El mundo de los diminutos- (Publicado en Revista Objetivo Natural, España) Por Cynthia Bandurek

Cuando llegó el momento de asistir a clases durante mi carrera para convertirme en naturalista, recién comenzaba a acercarme a este increíble mundo de los artrópodos. Fue en esos años cuando descubrí la macrofotografía ya través de ella pude acceder con más profundidad a la vida de estos asombrosos seres.

El mundo de los artrópodos se me revela llamativo y me cuesta pensar que para la gran cantidad de personas pase desapercibido o no reciba el respeto que se merece.
Conocer a estas criaturas nos permite compensar de alguna manera la connotación negativa que poseen, pues entre nosotros prevalece la percepción del miedo y la incertidumbre ante lo desconocido.
Debido a las limitaciones de nuestra propia biología que nos impide fijarnos en ciertos detalles, recurrimos a medios técnicos para poder acceder a un universo de estructuras, colores, funciones y adaptaciones, que superan con creces los límites pisados ​​por cualquier autor de ciencia ficción.

La preservación de estos seres es fundamental para asegurar la preservación de una intrincada red basada en relaciones complejas, aquellas que posibilitan el frágil equilibrio de la vida y por ende de nuestra existencia. Esto por sí solo podría ser suficiente para considerar su protección, sin embargo, hay otro aspecto que agrega mayor significado a su conservación y es el valor intrínseco de la vida; es decir, trasciende expresiones basadas en criterios de valoración y utilidad del ser humano para abrir nuevos escenarios en los que la mera manifestación de la vida es un valor en sí mismo.
Los artrópodos existen desde hace más de 350 millones de años en la tierra, un tiempo exorbitante si lo comparamos con el tiempo que los humanos (género Homo) hemos pisado el mismo lugar (menos de 3 millones de años). Es razonable pensar que las estrategias que desarrollaron les permitieron tener el éxito que poseen. Constituyen el grupo más diverso de la tierra; del total de especies conocidas, las tres cuartas partes son artrópodos. Su gran potencial para evolucionar está relacionado con el desarrollo de una cutícula que formó el exoesqueleto que los caracteriza, el que les permitió salir del agua y colonizar la tierra impidiendo que se secaran. También fueron los primeros organismos voladores en desarrollarse 150 millones de años antes que los reptiles, las aves o los mamíferos voladores, lo que les permitió colonizar no solo la tierra sino también el espacio aéreo.
Entre los artrópodos podemos encontrar insectos, arañas, escorpiones, garrapatas, ácaros, arácnidos, crustáceos, milpiés, ciempiés, trilobites (estos casi extintos) y muchas otras (especies) no tan conocidas.

La diversidad y las formas más variadas son el resultado de sus interacciones con el entorno y sus diversas situaciones. Esta carrera constante e interminable de seres vivos que luchan por un lugar en la conquista de la vida ha permitido que la naturaleza despliegue innumerables variables en cada situación dada. Los artrópodos, a lo largo de su largo viaje evolutivo, han sido capaces no solo de adquirir la capacidad de erigir condominios con aire acondicionado, construir equipos acústicos, fabricar papel, capturar esclavos, cultivar jardines, criar otros animales, crear sus propios tanques de oxígeno para respirar bajo el agua y causar explosiones, entre muchas otras asombrosas adaptaciones, anticipándose así a muchas de las invenciones humanas.
Cuanto más profundicemos en la vida, el comportamiento y las adaptaciones de este grupo de animales, más sorprendentes nos parecerán y podremos comprender no solo su importancia en el ecosistema sino el motivo por el cual siempre han sido una fuente de inspiración. , no solo a nuestra ingeniería sino también a nuestra ciencia y arte.

Al observar respetuosamente la naturaleza podemos aprender, recrear, imaginar y tal vez incluso mejorar.